No es una novedad desde la Sociología contemplar la ciudad como agregado social, más allá de la visión de sus edificios y diseño, propuesta por la arquitectura. La aportación de Simmel continúa teniendo vigencia en la actualidad.
La dualidad entre espacios fríos, distantes que permiten la libertad individual de la gran urbe se contrapone con la idea de comunidad como espacio sometido a mayor control social pero en el que perviven ciertas pautas de solidaridad.
Es muy interesante, asimismo, contemplar el carácter social de los diseños arquitectónicos, como el ofrecido por el Centro Cultural Niemeyer, que inauguró su cúpula con el programa educativo “Impacto Académico”, de Naciones Unidas, presentado por su Presidente, Ramu Damodaran y abierto al público. También es interesante el hecho de que, en su construcción, se refleje la igualdad de todos los ciudadanos en el espacio.
La confluencia de ambas realidades en la ciudad, como proyecto arquitectónico y como proyecto social, no solo manifiesta sus enormes potenciales económicos sino que contribuye al acercamiento de la cultura a la población, idea clave de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas. El título de la exposición de Ciudades Educadoras: Local actions, global values.
Y, como una vez más observamos, se trata de una realidad abierta a la sociedad global, que se nutre de estas realidades y que permite comentarlas a profesionales de todo el mundo, como los que nos visitan en estas páginas. Nos hacen partícipes de estos proyectos y sentirlos como nuestros, querer vivirlos y disfrutarlos, aunque no residamos allí. Esperemos que todas estas contribuciones tengan un impacto real y no queden en meras declaraciones de intenciones.
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